martes, 3 de abril de 2012

Hola, hija de puta:



Hola, hija de puta:
Te escribo para decirte que te admiro mucho. Que me sorprende tu capacidad para alterar la realidad como se te plazca, es más, en este momento lo estás haciendo, ¿que cómo? así, escribiéndome. Admiro la forma tan sutil que tienes de manejar todo a tu conveniencia, de esconderte, de cubrirte.
Esas maneras que tienes de decirle a la gente que, según tú, amas que ya no, para después regresar a morderte los labios aparentando una victoria que ni siquiera es tuya, la perdiste, otra vez. Esa violencia para desprenderte de cosas que te importaban, esa arrogancia para mandar al diablo todo, claro, cuando a ti se te dé la gana, no antes, no después.
No me digas lo que ya sé, dime algo diferente, o cuéntame una de vaqueros. Prepárate arrogante, vístete indecente, habla suciamente, para que se vayan de aquí. Prepárate para irte, otra vez. Sabes la manera en como no quedarte, conoces las trampas para esconderte.
Exponte siempre como un inválido emocional, diles que en este momento no puedes acercarte a ellos, que sólo estás de paso, levanta muros aunque no tengas de donde ni con qué. Habla de lo mucho que no quieres estar. Reitéralo las veces que sean necesarias para que ellos, los demás, se la crean. Tú no, sabes que tú no.
Quédate ahí, inmóvil, sin decir una palabra, aunque estas te atropellen por querer salir, no vivas, no hagas, no pongas, no dejes. ¿Para que tú? Que lo hagan los demás, para que entonces puedas tener a quien culpar. Todos los demás son los que no supieron entenderte, no aprendieron a manejarte, recuerda que tú eres perfecto.
Ya sé que lo que más te gusta, es sentarte en un bar o en un café a reírte de las desgracias de los demás, esos que andan enamorados, esos que andan con las ganas de vida que hasta les brillan los ojos, tú síguete riendo de ellos, tú no tienes nada por qué sufrir o por quién. Ponte el vestido rojo y sal a bailar. Deja que los demás vivan, tú ya estás retirado desde hace mucho. Eres un observador ajeno.
Cúbrete con la banalidad que te caracteriza, ríete cuando tengas ganas de llorar, sal cuando tengas ganas de quedarte, quédate cuando tengas ganas de salir, no hables cuando sea necesario, habla cuando no te lo pidan, desmadra todo, como siempre. Haz todo lo que no quieras hacer, para que tu vida sea más divertida y tengas todos los días que reprocharte algo, lo que sea. Aunque recuerda que la culpa es de los demás, esos infelices que no supieron ir a tu ritmo, que no cumplieron tus caprichos, que no cedieron 99 veces de 100.
Quédate con las ganas, recuerda que si las acumulas, al final las puedes cambiar por el regalo del arrepentimiento. No digas, no pidas, no vayan a pensar que los necesitas, recuerda que eres muy fuerte, pedir y decir es para los débiles. ¡Anda, eres omnipotente, a ti que nada te hace daño, a ti que nadie te importa, anda, se valiente y demuéstrales que los adultos no lloramos, que sólo se limpian las rodillas y se levantan!
Guárdate todo, no te expongas, para eso tienes las letras, para venir a decirles a ellas lo que necesitas, a los demás jamás. No vayan a pensar que los quieres. Seduce con tu indiferencia, diles que no importa, que nada de lo que ellos hagan o digan lo hace, imagina que es cierto, entonces recógete el cabello, ponte tus lentes obscuros y sigue caminando.
Quédate aquí, muy pegadita a mí, nunca se los digas de frente, no vayan a pensar que te importan. Sigue con esa memoria impecable, para recordar todo lo que no te gustaba, olvida lo bueno, sólo sirve para nada. Y ya sé que no me escuchas por más fuerte que te hable, ya sé que no me lees porque no te gusta que hablen de ti.
Anda conciencia, hija de puta, no me desampares ni de noche ni de día.

Con cariño.

Yo